Por Monseñor Carlos Alberto Sánchez, arzobispo de Tucumán.

Con gran entusiasmo hemos iniciado el “Año Mariano Nacional”, con ocasión de los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen del Valle en Catamarca, cuyo tema es “María, Madre del pueblo, esperanza nuestra”.

La Virgen María nos convoca y nos reúne para encontrarnos con Jesús, como cada 8 de diciembre en la Inmaculada Concepción del Valle, 24 de septiembre en La Merced, 13 de mayo en Fátima y este 11 de febrero en Lourdes.

Ella quiere que recibamos de Jesús la alegría del Evangelio, el alimento de su Cuerpo Eucarístico, el don de su misericordia, el amor fraterno en la Iglesia, el agua refrescante del consuelo en el sufrimiento y la enfermedad como en Lourdes.

María…

María es ante todo la mujer elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo Jesús.

Ella vive plenamente esta vocación maternal porque recibe la vida del Hijo de Dios en sus entrañas; porque escucha el proyecto de Dios para su vida y le dice SÍ, y por el Espíritu Santo engendra al Salvador del mundo.

En María vemos a tantas mujeres de nuestro mundo que, valerosas hasta el extremo, acogen y defienden en su vientre la vida nueva que llega al mundo. Sí, porque María respondió con valentía ante un embarazo inesperado en su temprana vida, sin certezas del destino que le esperaba pero con la confianza depositada en Dios, autor de la vida.

María es la mujer que, silenciosa, contempla la vida: la de su Hijo, la de su familia, la de su Pueblo… la vida misma. Así, en más de una oportunidad, no comprende todo aquello que sucede a su alrededor pero, lejos de desesperarse o angustiarse, medita cada palabra y cada suceso en su corazón abandonándose en Dios, que le confió la vida. Es madre oyente, creyente, orante y hacedora del proyecto amoroso del Señor… “Hágase en mí según tu palabra…”

Madre del pueblo…

En la noche oscura de María, cuando su Hijo Jesús es clavado en la Cruz, escucha su voz que le encomienda una nueva misión, que reafirma y amplía su vocación maternal: “Mujer, ahí tienes a tu hijo…” Y así es constituida Madre de los creyentes, Madre del Pueblo.

Desde entonces Ella está siempre presente en nuestra historia, disponible para sus hijos: camina con nosotros, compartiendo nuestras alegrías y esperanzas, nuestras tristezas y angustias. Es Madre engendrando vida nueva, protegiendo, educando, consolando y fortaleciendo a cada uno y a todo el Pueblo Santo de Dios.

Esperanza nuestra…

María es la mujer de la esperanza porque esperando siempre en Dios se abandonó confiadamente en sus manos y anheló que Él cumpla sus promesas de una vida nueva.

Decimos que María es esperanza nuestra porque, en los momentos de dificultad, siempre sostiene nuestros pasos y nos dice al corazón: “Levántate. Mira adelante. Mira el horizonte”. Como mujer de esperanza, María escucha: espera a aquel que sabe escuchar a Dios que le habla de diversas maneras, y desespera de aquel que se cierra tanto que no escucha a Dios ni a nadie. Y María es la mujer de la escucha; escucha a Dios, escucha a sus hijos. Y porque escucha a ambos es mediadora e intercesora como en las bodas de Caná y nos dice: “Hagan todo lo que Jesús les diga…” María nos enseña la virtud de la esperanza: confiar siempre en el misterio de Dios incluso cuando parece que nada tiene sentido, cuando Él parece ausentarse por culpa del mal en el mundo. Ella nos enseña a estar de pie ante las tantas dificultades y sufrimientos con la certeza de que el amor de Dios es más grande que ese dolor, ese sufrimiento y que el mismo pecado.

María, Madre del pueblo, esperanza nuestra:

• María nos alienta a responder afirmativamente al proyecto que Dios tiene para cada uno.

• Como Madre nos educa para que escuchemos a Dios y a los hermanos en su dolor.

• Como Madre del pueblo quiere que hagamos una Patria de hermanos siendo servidores de todos sin exclusión. También nos mueve a salir al encuentro de los pobres y excluidos con ternura y compasión.

• Como mujer de esperanza nos alienta a ser servidores de esperanza en nuestra sociedad triturada por tanto dolor, violencia, pobreza y corrupción, y ante el hombre que ha perdido el sentido de su vida.

Que la Virgen María, nos ayude para acrecentar la alegría de sabernos hermanos en nuestra sociedad tan necesitada de unidad y esperanza y que, especialmente, interceda por los enfermos y lo que los asisten y consuelan.

Que Dios los bendiga y la Virgen, Nuestra Señora de Lourdes, los proteja.